
Había comprendido que los recuerdos se tienen que alejar, la memoria puede traicionarnos cuando menos lo esperamos. Conviene mantenerla en su lugar, en un paréntesis, para que no haga daño. Algunas noches, soñaba con ella. Los sueños no se pueden controlar. Podemos intentar poner bridas al pensamiento, apartar ideas poco sensatas, pero resulta imposible gobernar las rutas de los sueños. Antes de dormirse, la recordaba. Veía su rostro. Durante el día, se esforzaba en hacer tripas corazón. Actuaba con la calma impuesta que había adoptado como escudo protector. Por la noche, permitía que le invadiera la añoranza.
http://es.youtube.com/watch?v=BPz3AI0WtaE
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